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jueves, 25 de agosto de 2016

Porque el cóndor andino tiene collarín blanco

Todo empezó hace mucho tiempo, cuando un día, al atardecer, don Cóndor dejó atrás sus montañas, atravesó las grandes extensiones de jarillas, algarrobos, molles y quebrachos y se llegó hasta un poblado del valle, atraído por la música de una fiesta viñatera que convocaba a muchos a conversar y beber. En una de esas cantinas festivas fue donde conoció a un pequeñito, alegre y muy hablador personaje, rápido y atento a todo y con cierta cultura en eso de la bebida que alegra las almas. Era don Chuschín, un chingolo común y silvestre, que vio la oportunidad de divertirse un rato y desafió a don Cóndor mediante una apuesta: los dos se tomarían todo el vino posible sin llegar a emborracharse. El primero que se embriagara sería el perdedor y debería pagar las copas de ambos más una vuelta para todos los presentes.Don Cóndor, tan fuerte y poderoso, comenzó a beber concienzudamente, pensando en que el alcohol no debía subírsele a la cabeza. Emborracharse, no se emborrachó, pero ya entrada la noche una intensa jaqueca se apoderó de él y se le volvió insoportable. De manera que pidió prestado un pañuelo a un paisano bailarín, que humedeció con agua fresca y acomodó en su cabeza a modo de vincha, y luego siguió bebiendo.En eso estaba cuando observó que don Chuschín, disimuladamente, arrojaba al suelo cada sorbo que probaba. Se enojó don Cóndor y lo atacó, pero el chingolo, veloz y con experiencia en reyertas, le dio un certero picotazo que le hizo sangrar la nariz. Mareado y sorprendido por el golpe, a don Cóndor se le aflojó la vincha y se le deslizó por el cuello, donde quedó para siempre, transformada en suave golilla de plumas blancas.


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