Leyenda
de la tortuga
Las tortugas llevan una placa soldada en si ,marcados cuadrados.
Le protege la espalda y el vientre. Cuando una tortuga guarda la cabeza las patas bajo su armadura, todo su cuerpo queda perfectamente resguardado de los golpes.
Cuando bajaron las aguas del diluvio, era un lodazal el valle de Oaxaca. Un puñado de barro cobró vida y caminó. Muy despacito, caminó la tortuga. Iba con el cuello estirado y los ojos muy abiertos, descubriendo el mundo que el sol hacía renacer.
En un lugar que apestaba, la tortuga vio al zopilote devorando cadáveres. -Llévame al cielo- le rogó-. Quiero conocer a dios.
Mucho se hizo pedir el zopilote. Estaban sabrosos los muertos. La cabeza de la tortuga asomaba para suplicar y volvía a meterse bajo el caparazón, porque no soportaba el hedor.
-Tú, que tienes alas, llévame- mendigaba. Harto de la pedigueña, el zopilote abrió sus enormes alas negras y emprendió vuelo con la tortuga a la espalda. Iban atravesando nubes y la tortuga, escondida la cabeza, se quejaba:
-Qué feo hueles! El zopilote se hacia el sordo. -Qué olor a podrido- repetía la tortuga.
Y así hasta que el pajarraco perdió su última paciencia, se inclinó bruscamente y la arrojó a tierra. Dios bajó del cielo y juntó los pedacitos para pegarlos. En el caparazón se pueden ver los remiendos.
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