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lunes, 27 de junio de 2016

La leyenda del cóndor



La leyenda del cóndor
El niño de piel oscura y cabello negro azabache, el que estaba más delgado que un palo de golf, el de la mirada desafiante y cabeza alta, presumía de lo valiente y fuerte que era. Su amigo, para retarlo, le propuso:
-Si tan fuerte y valiente eres, entonces te reto a que vayas al bosque embrujado en la noche y salgas vivo.
Al ver que su amigo le retaba con tal valentía, aceptó la propuesta, sin saber que ese reto sería culpable de su tragedia.
En la noche se dirigió hacia el bosque embrujado con sus amigos, y éstos dijeron:
-Bien, te esperaremos aquí, recuerda que tienes que salir vivo de aquel bosque; si no, perderás la apuesta y serás una vergüenza para todos.
El niño, un poco atemorizado, fingió valentía y se adentró en los grandes árboles de aquel bosque.
Conforme oscurecía, el pobre niño tenía cada vez más terror. Pero, tenía que cumplir con su promesa, o si no ¿Qué pensarían de él sus amigos? ¡Quedaría como un tonto! Así que  tomó aire, pasó la saliva, sacó pecho y siguió caminando. De repente, aquel niño escuchó unos sonidos extraños; eran pisadas, él con terror empezó a gritar:
-¡Ayuda! ¡Sáquenme de aquí!
Pero entonces pensó “No, ¿qué estoy haciendo? Debo atemorizar a ese monstruo” así que en vez de gritar de terror, gritó con furia.
-¡Ven aquí monstruo! ¡No puedes hacerme nada! ¡No eres nadie! ¡Sal de ahí y sé valiente!
Aquel “monstruo” se enfureció, entonces se dio a conocer. Esperen, ese no era un monstruo, era el brujo del bosque ¡era real! El brujo quedó frente a frente con el niño, pero éste ni se inmutó; se quedó allí, mirando al brujo a la cara.
-Así que no me tienes miedo, ¿no, pequeño?- dijo el brujo con su gruesa voz.
-No, ni un poco.
-Me estás enfureciendo, pequeño.
-No me importa, sólo seguiré mi camino. Qué más da, ¿qué me puede hacer un anciano cómo tú?
El brujo, al oír estas palabras, se enfureció como nunca y con un tono de burla dijo:
-Niño, ¿Te gustan las aves? Pues tendrás la oportunidad de ser una, hoy mismo.
Pronunció unas raras palabras en quechua y entonces el niño pudo sentir cómo unas plumas negras llenaban su cuerpo, su pequeña nariz se transformaba en un pico y en vez de brazos le salieron alas; pero no cualquier alas, eran unas alas de 200 cm de largo cada una, pero, ¿era en serio? ¿Se convertiría en un ave? Pues, al parecer el brujo no era tan tonto después de todo. Pero, había algo peculiar en el ave, tenía un collarín blanco que ninguna otra ave tenía.
El niño, ya convertido en cóndor, salió del bosque y se dirigió a unas montañas que llamaron su atención, la cordillera de los Andes; pero, sus amigos que estaban afuera vieron pasar a la gran ave sobre sus cabezas, ellos también notaron su singular collarín; entonces uno de los niños dijo:
-Miren, allí va nuestro amigo Lucas…
-Pero, ¿Cómo lo sabes? – preguntó otro.
- Por ese collarín blanco, él siempre llevaba esa chalina de lana de alpaca, que su mamá le tejió…
Ahora, todo aquel que se dirige a la cordillera de los Andes puede apreciar a esa gran ave en todo su esplendor.
Alumna: Tamarah Cortez (MrsClifford)

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